31 de maio de 2007

[...]

Ya estaba alta la noche. La lámpara que ardía en un rincón comenzó a languidecer; luego parpadeó y terminó apagándose.
Sentí que la mujer se levantaba y pensé que iría por una nueva luz. Oí sus pasos cada vez más lejos. Me quedé esperando.

Pasado un rato y al ver que no volvía, me levanté yo también. Fui caminando a pasos cortos, tentaleando en la oscuridad, hasta que llegué a mi cuarto. Allí me senté en el suelo a esperar el sueño.

Dormí a pausas.

En una de esas pausas fue cuando oí el grito. Era un grito arrastrado, como el alarido de algún borracho: "­¡Ay vida, no me mereces!"

Me enderecé de prisa porque casi lo oí junto a mis orejas; pudo haber sido en la calle; pero yo lo oí aquí untado a las paredes de mi cuarto.
Al despertar, todo estaba en silencio; sólo el caer de la polilla y el rumor del silencio.

No, no era posible calcular la hondura del silencio que produjo aquel grito. Como si la tierra se hubiera vaciado de su aire. Ningún sonido; ni el del resuello, ni el del latir del corazón; como si se detuviera el mismo ruido de la conciencia. Y cuando terminó la pausa y volví a tranquilizarme, retornó el grito y se siguió oyendo por un largo rato: "¡Déjenme aunque sea el derecho de pataleo que tienen los ahorcados !"

[...]

1 comentário:

Anónimo disse...

Não sei explicar porquê, mas o texto que aqui nos deixa tranportou-me para um livro que ainda não li (mas já folheei) e que está na estante à espera de vez. Deixo uma pequena passagem que prendeu a minha atenção na livraria e justificou a sua "aquisição":

"Porque eu sou assim!
Porque a minha vontade tem o tamanho de uma lei da terra.
Porque a minha força determina a passagem do tempo.
Eu quero.
Eu sou capaz de lançar um GRITO para dentro de mim, que arranca árvores pelas raízes, que explode veias em todos os corpos, que trespassa o mundo.
Eu sou capaz de correr através desse grito, à sua velocidade, contra tudo o que se lança para deter-me, contra tudo o que se levanta no meu caminho, contra mim próprio.
Eu quero.
Eu sou capaz de expulsar o sol da minha pele, de vencê-lo mais uma vez e sempre.
Porque a minha vontade me regenera, faz-me nascer, renascer.
Porque a minha força é imortal."

Chama-se "Cemitério de pianos" e é da autoria de José Luís Peixoto.